Don Julio Villars (foto E. Soriano) |
Los Funerales de don Manuel, 1936 (foto J. Amaya) |
Otro aspecto de los funerales, 1936 (foto J. Amaya) |
Nació
en 1865 en el poblado de Evilard, Suiza y se educó en Bienne en la Escuela
Mecánica de esa ciudad pasando después a especializarse en la Escuela
Elecrotécnica de Zúrich.
Muy
joven, cuando apenas contaba con 22 años, fue contratado en 1887 por la
compañía minera Zurcher & Streber que operaba en San José de Yuscarán para
instalar un sistema de comunicación telefónica.
Por sus
amplios conocimientos, la empresa minera New York & Rosario Mining Company
le contrató años después para instalar en las minas y en el poblado de San
Juancito el primer generador de energía eléctrica en nuestro país.
La
habilidad y la capacidad del señor Villars, llamó la atención del presidente de
la República general Luis Bográn Baraona y lo contrató para establecerse en la
capital para fundar y dirigir la Escuela de Artes y Oficios.
En el
gobierno del doctor Policarpo Bonilla Vásquez, don Julio ya contaba en la
Escuela de Artes y Oficios con asistentes técnicos que llegaron de Suiza y en
1898 comenzó a realizar ensayos para instalar energía eléctrica en la capital
hondureña.
En junio
de ese año al tomar posesión de la Presidencia de Honduras el general Terencio
Sierra Romero, en la noche de ese día 2 de junio, se estrenaron en el Palacio
Nacional tres focos de arco instalados por el señor Villars, cuya
energía se generó en un pequeño motor que sólo tenía capacidad para iluminar
con esos tres focos.
Los
experimentos continuaron y comenzó a trabajar para instalar una planta
generadora que instaló a orillas del río Chiquito en una casa contigua a la
Penitenciaría Nacional, proyecto que culminó con el alumbrado público para
Tegucigalpa en la zona de la plaza Central y casas aledañas en el año de 1907.
Don Julio
era un incansable técnico que con empeño se dedicaba a las labores del
modernismo de la época, en 1906 cuando la crecida del río Grande se llevó los
arcos de aproximación del puente Mallol en la ribera de Comayagüela, don Julio
Villars instaló de emergencia un sistema de garrocha con una canasta para
trasladar personas de un lado a otro mientras se reparaba el puente dañado
Otro
singular aporte de don Julio fue la instalación de los primeros teléfonos en la
capital cuando contratado en 1898 por don Ricardo Streber comunicó la casa de
este influyente hombre de negocios ubicada en el Barrio Abajo con una casa de
campo que mantenía en la zona alta del sector conocido como Las Delicias.
El éxito
de esa instalación motivó a don Santos Soto para que le hiciera un tendido
desde su negocio, la Casa Soto frente a la Plaza La Merced a su residencia, que
por ese entonces tenía ubicada frente a la Plaza San Francisco.
Los dos
proyectos anteriores sirvieron para que en 1899 don Marcial Molina le confiara
al señor Villars un sistema de comunicación telefónica entre el barrio La
Moncada donde vivía y tenía su negocio hasta una hacienda que se encontraba en
el sector conocido como La Labranza en las proximidades de la aldea Río Hondo.
Pero el
nombre de Julio Villars queda grabado con un acontecimiento histórico
registrado el 26 de marzo de 1905 cuando entra a Tegucigalpa con el primer
automóvil que rodó por las empedradas calles de la capital hondureña y
que condujo desde San Lorenzo por la estrecha y polvorienta carretera por la
que transitaban carretas, diligencias y bestias de carga.
La
llegada de aquel portento de la ingeniería automotriz de principios del siglo
XX, fue el estelar evento en la vida de don Julio Villars y es posible que más
se le recuerde por ese acontecimiento
Pero no
podemos obviar su protagonismo en la industria ya que él fue accionista de la
firma Villars-Drexel propietaria de la fábrica “La Económica” donde se
producían velas de cera y jabones para lavar ropa y se daba mantenimiento a motores
en los talleres electromecánicos que atendía con técnicos que él preparaba para
tal fin.
Doce
fueron los hijos que procreó el ciudadano que llegó en plena juventud a
Honduras, cinco de ellos se radicaron en Suiza y los otros siete en nuestro
país entre quien recordamos a “Chito Villars” por ser un asiduo visitante de la
HRN cuando a principios de los años cincuenta comenzamos nuestra carrera en la
radiodifusión nacional.
Don
Julio, agobiado por su vida de intenso trabajo, comenzó a resentir problemas en
su salud cuando contaba con 71 años de edad y se trasladó para atención médica
a la ciudad de Rochester, Estados Unidos de América donde operaba uno de los más
reconocidos centros médicos de esa nación, la Clínica de los Hermanos Mayo.
Imposible
resultó para los galenos recuperarlo de sus afecciones, falleciendo un 26 de
septiembre de 1936 y su última voluntad fue que sus restos descansaran en la
tierra que se convirtió en su segunda patria, Honduras.
En una de
esas viejas tumbas del Cementerio General de Tegucigalpa reposa para la
eternidad el hombre que contribuyó a iluminar en el siglo de las luces a San
Juancito y Tegucigalpa, a comunicarse por el teléfono a los negocios mineros de
Yuscarán y a los pudientes de la capital y al primer conductor de un vehículo
automotor que llegó a la noble ciudad de las canteras.( NAHÚN VALLADARES y VALLADARES, LA TRIBUNA)
Nahum, gracias por publicar este articulo interesante acerca de la vida de don Julio Villars y su historica contribucion a nuestra patria. Pensaba que sabia mucho acerca de El, pero estaba equivocado!. Lo recuerdo cuando yo tenia apenas cuatro anos.Era su rutina de darnos diez centavos los domingos!, a todos, incluyendo a Godo, a Salvador y a Julio alla en el Barrio Abajo. Y recuerdo como si fuera hoy, estar en la fila de !los afortunados! !Saludos! Marco Caceres
ResponderEliminarBonita la historia
ResponderEliminarExcelente resumen de la historia de Don Jules Villars Q.E.P.D. como su bisnieto me llena de orgullo.
ResponderEliminaralguien conoce a los hijos de julio villars almenos como se llaman?
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