jueves, 23 de febrero de 2017

ING. FELIX CANALES SALAZAR (1888-1980)










Oriundo de Jesús de Otoro. Nació el 2 de agosto 1888. Fueron sus padres, Feliciano Canales y María de la Cruz Salazar. Realizó estudios de Ingeniería en México, culminándolos en 1915. Recién graduado, le tocó representar al país en el litigio fronterizo con Guatemala, en Washington, en 1918. Dicha comitiva era liderada por Policarpo Bonilla y la integraban además, Rafael Heliodoro Valle y Medardo Zúniga Vega. Se casó con María Prisca Zúñiga Huete (1896-1988) lo que lo convirtió prácticamente en cuñado y camarada político de José Ángel Zúñiga Huete, líder del Partido Liberal, lo que lo convirtió en un exiliado frecuente del Cariísmo. Fue Alcalde del Distrito Central entre 1963 al 65. Vivió en Costa Rica y México. Murió en Tegucigalpa el 11 de septiembre de  1980.

Tomado del libro DICCIONARIO BIOGRAFICO DEL CARIATO, de José González.

miércoles, 22 de febrero de 2017

LA FAMILIA ZUÑIGA HUETE.







Foto propiedad de Eric Shwimmer.

Esta foto fue tomda en Tegucigalpa, donde ya vivía la familia completa, después de emigrar de su pueblo natal, San Antonio de Oriente. Tuvo que ser tomada alrededor de 1906 ó 1907, pues Ramiro, el hijo menor, sentado entre sus padres, nació en 1900. Aparecen en la misma, sentados, doña Hortensia Huete Rubio, Ramiro y Manuel Zúñiga Medal. Parados, de izq. a der., los hermanos, Juan, Manuel Guillermo, Hortensia, Adela, María Prisca y José Angel.
Algunas interioridades de esta familia. Los abuelos paternos fueron, don Pedro Medal y doña Vita Josefa Zúñiga. Loa abuelos maternos fueron, don Santos Huete, de origen nicaraguense y residente en vida en Cantarranas, y doña Maricela Rubio, oriunda de Morocelí.
Manuel Guillermo, se firmaba Zúñiga Medal y fue un médico prestigioso. Las hermanas Adela y María Prisca, se casaron con los hermanos otoreños, Cristobal y Félix Canales Salazar. 
José Angel, fue dos veces candidato a la presidencia de Honduras, por el Partido Liberal, 1932 y 1948. Manuel Guillermo fue Diputado en la Consstituyente de 1924, por el Partido Nacional.

Se ruega no reproducir texto y foto, sin autorización del autor.



EL DIA EN QUE MURIERON LAS NORMALISTAS (1929)







Foto propiedad de Eric Shwimmer.





La del sur fue la primera carretera construida para comunicar, funcionalmente, la capital de la República con el puerto de Amapala. Allá llegaban las misiones extranjeras, luego en pequeñas embarcaciones se aproximaban a tierra firme para después, salvando peripecias, encaminarse a Tegucigalpa. En la administración del presidente general Terencio Sierra (1898-1902), se dio inicio a los trabajos de tan importante vía de comunicación. El trazado inicial era diferente a lo que los viajeros recorren actualmente.
Tenía yo diez años cuando mi padre me trajo a conocer Tegucigalpa. El recorrido, partiendo de Choluteca, fue lento, la carretera polvorienta y, el medio de transporte, un camión con carrocería de madera, al que le adaptaban un asiento para los pasajeros detrás del motorista, a cuyo lado viajaba el propietario del vehículo. La parte de la Panamericana estaba aplanada, pero de Jícaro Galán para acá, a pesar de la pesada carga, el camión zangoloteaba a los pasajeros.
Cuando se comenzaba la empinada pendiente, después de cruzar el Puente Real, el motorista hacía los cambios de velocidades pertinentes. El dueño le decía: “Meté la segunda, ¿no oís que el motor va ronroneando?”. Después se escuchaba: “Poné la primera, que esta cuesta es quemadora de carros”. Yo no entendía aquel lenguaje, pero mi padre me explicaba, con palabras sencillas, cómo funcionaba el motor del carro. Al rato, el chofer, con voz de capataz, le gritaba al ayudante: “Poné bien la cuña” (un trozo de madera atado por un cordel y que colocaba detrás de las llantas traseras). “Para mayor seguridad, seguía gritando, ponele una piedra a las llantas del otro lado”.
Parado el vehículo, el motorista levantaba el capó y dejaba que se enfriara un poco el motor para después ponerle agua al radiador. Parte de las obligaciones del ayudante era rociar con agua a las gallinas que transportaban en la parte trasera del camión; algunas, sofocadas por el calor, morían en el trayecto y las arrojaban al lado de la carretera.
Proseguimos el lento recorrido y, al divisar una enorme cruz, en La Estrechura, cerca del Sauce, mi padre -con voz trémula- se apresuró a decirme: “En ese abismo fracasaron siete jovencitas que estudiaban en la Normal Central de Señoritas; fue una tragedia, agregó, pues eran muchachas que se estaban preparando para llevar el pan del saber a los niños de nuestra patria”. El motorista no quiso detener el camión, como yo le pedía, pues el dueño dijo que veníamos con retraso. Llegamos a la capital cuando ya se miraban las luces del tendido eléctrico y para mí resultaba maravilloso ver tanta iluminación cuando pasamos por La Granja y luego por El Obelisco. En el pueblo nos alumbrábamos con lámparas y, cuando en la noche salíamos de la casa, usábamos un foco de dos o tres baterías.
Todo esto se lo narré el domingo pasado al periodista Mario Hernán Ramírez. Él me escuchó atentamente y me hizo algunas observaciones de tipo geográfico; luego me mostró una recopilación de trabajos, titulada “CORONA FÚNEBRE, consagrado a la memoria de las ALUMNAS NORMALISTAS que fallecieron el 14 de julio del año 1929”. Elsa Ramírez, su esposa, me obsequió una copia, la que he leído detenidamente y desde ese día mi pecho se siente inundado por un profundo sentimiento de pesar. Ceferina Artica, Clementina Cardona, Ramona Zúniga, Felícita Pastrana, María Inés Zepeda, Francisca Velásquez y Manuela Gómez se llamaban las fallecidas.
Cuando las jóvenes estudiantes, muy temprano, partían para la excursión, el demócrata presidente de la República, Dr. Vicente Mejía Colindres, se dirigía a pie hacia Toncontín y las normalistas desde los vehículos en que se transportaban le hacían saludos afectuosos al mandatario de la nación. El presidente, al enterarse de la tragedia, se dirigió con cercanos colaboradores al sitio del accidente y, como médico, brindó auxilio a muchas de las heridas.
Toda la sociedad hondureña se estremeció ante la infausta noticia y miles de personas patentizaron su dolor ante familiares y autoridades. Se pronunciaron conmovedores discursos fúnebres, se escribieron sentidas notas luctuosas, así como emotivos poemas alusivos a la tragedia nacional. El profesor Víctor F. Ardón, desde La Ceiba, escribió un extenso poema, del cual tomamos estos cuartetos: “Las que vio la mañana despertar bulliciosas,/el catorce de julio de este año fatal,/ entre rezos, suspiros, llantos, lirios y rosas,/regresaron ya muertas a su amada Normal./Y lloraron los hombres… y los niños lloraron…/a las madres extrañas, el delirio invadió!/Y todo era sombrío… las campanas vibraron,/Y Honduras, absorta, de dolor se vistió”.

 Dagoberto Espinoza Murra



viernes, 3 de febrero de 2017

IMAGENES FAMILIARES DE DOÑA CONSUELO REINA DE MURILLO SELVA (1903-1971)




Con su esposo Francisco y nietos, 1959




Con sus hijos y nietos.




Reina de Murillo Selva, Consuelo B. (Borjas). Compositora e intérprete. Nació en Tegucigalpa, el 11 de septiembre de 1903. Hija de José María Reina y Rosa Borjas. Fue la guía espiritual de muchas jóvenes que se formaron en el campo de la música, al fundar la Academia de música "Elena Vijil". Como compositora y maestra, escribió el libro titulado Teoría musical de primaria, en 1960, el cual permitió a niños, el aprendizaje musical, así como el solfeo y canto en general. Fue electa Madre de Honduras en 1952. Murió en Tegucigalpa, el 22 de septiembre de 1971, a la temprana edad de 68 años.


Fotos del FB de Karla Murillo Castillo.






LOS CENTRALISTAS DEL 40. HOMENAJE A JULIAN GUILLERMO SIERRA VALLADARES. (1920-1982)





Julián Guillermo Sierra V. 



Haciendo fila en los pasillos del Central "Vicente Cáceres", 1945


En una gira de estudio en San Juancito, 1946.




Un descanso en la gira a San Juancito. Véase el bus.


Impresionante toma en San Juancito.



Los altos hornos





Excursión a Puerto Cortés, 1949. Véase la nostálgica baronesa de entonces.

Julián Guillermo Sierra Valladares, fue un destacado estudiante del Instituto Central "Vicente Cáceres" de Tegucigalpa, en la temprana década de los 40s. De sus viajes y nostalgias, nos dejó estas fotos inéditas hasta hoy, atesoradas con pasión por su hijo Herbert Sierra Licons, quien gsutosamente las compartió con nostros para resucitar el tiempo y la vida de su padre.