No se si su nombre se escribía con h o sin h. Pompeyo del Valle, lo escribía con h, y Pompeyo la conoció y amó su fuerza desmedida. Mujer guerrera, mujer roca, mujer antorcha. Todos los ríos pasaban por su sangre, todas las tempestades también. Hoy, su nombre es un recuerdo olvidado que sangra para no morir.
La primera persona en mencionármela, fue Gracielita Bográn; fue una tarde apacible en San Pedro Sula. Mujer sabia, mil veces viva. Hoy gracias a mi amigo, el joven genealogista santabarbarense, Erick Toro, he logrado alumbrar los confines de su vida. Nació esta mujer atemperada en Santa Cruz de Yojoa, un 5 de octubre de 1897. Hija de Emilio Leiva y Florinda Ferrera. Nieta de un expresidente hondureño: Ponciano Leiva. Ya en su adolescencia, marchose a San Pedro Sula a continuar sus estudios. Viviendo allí contrajo matrimonio con el empresario norteamericano, Henry Holst. La felicidad y la alegría le duraría poco, pues debido a su ideología progresista, salió exiliada a Guatemala, país que vivía una explosión democrática con el naciminto de la Revolución de 1944, que había despojado del poder al dictador Jorge Ubico. Viviendo allí, experimentó el goce revolucionario de la libertad; cuenta una anécdota que en su casa se hospedó un joven revolucionario cuyo nombre, años dspués estremecería el mundo. Ernestos Guevara, quien había recalado en Guatemala a su paso hacia Méjico, donde se uniría a la guerrilla Castrista. Al caer la Revolución guatemalteca, Helena (con H), regresa a Honduras y fija su residencia en San Pedro Sula, ciudad donde se reencontraría con su familia y la paz de su lucha. Tuvo dos hijos: Henry y Detlef, quienes viven en Estados Unidos hoy. La muerte la sorprendió el día 23 de agosto de 1978. Queden estas palabras como un recuerdo florecido a su memoria.
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Helena con sus hijos y la poetisa Mercedes Laínez, en Tela |