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Entierro de V. Cáceres, en Tegucigalpa. |
Fue
el pueblo de Minas de Oro, departamento de Comayagua, la cuna del profesor
Vicente Cáceres. Nació el 27 de octubre de 1882, siendo sus padres la señora Purificación
Cáceres y don Lorenzo Hernández. Su madre se trasladó a Tegucigalpa con el propósito
de que su pequeño hijo recibiera la enseñanza elemental en una de las escuelas
capitalinas; pero circunstancias especiales influyeron en doña Purificación
para que realizara su regreso a Minas de Oro, en donde creció su hijo,
asistiendo este a un modesto taller de zapatería en el cual adquirió el oficio
de zapatero como lo fueron a mucha honra, los jóvenes de aquella laboriosa
población.
El
joven Cáceres de un espíritu inquieto y anhelante de superación, asistió a la
escuela primaria que dirigieron en el
referido pueblo, verdaderos mentores de la niñez como don Manuel A. Suazo,
nativo de Comayagua. Don Tomás Escoto, graduado en la ciudad de Guatemala y don
Dionisio Soto, que aunque Maestro empírico poseía una magnifica preparación. La
influencia de estos Maestros empíricos
fue decisiva en las altas aspiraciones de este joven que después de los
años llegó a ocupar un puesto cimero en la docencia y n la política del país.
Fue el ejemplo vivo de sus maestros que
despertó en él una verdadera vocación por el magisterio.
Con
los conocimientos que se adquirían en la escuela, el joven Cáceres, en 1902, se
hizo cargo de la escuela de Las Minas de
San Antonio, aldea perteneciente al municipio Minas de Oro. Como sucedió con la juventud en
aquellos años de guerra intestina. Cáceres dejo la escuela para incorporarse a
las huestes del General Bonilla quien
después llego a ocupar la Presidencia de la Republica. En el año siguiente, el
maestro Cáceres desempeñó el cargo de Director de la Escuela de Varones de su
ciudad natal, renunciado a ese puesto para ingresar, gozando merecidamente de una
beca, a la Escuela Normal de Comayagüela, con el objeto de estudiar Magisterio.
Con
brillantes notas fue envestido con el grado de Maestro de Educación Primaria el
8 de agosto de 1907 y pocos días después obtuvo su titulo que ostentó
orgullosamente toda su vida, enalteciendo siempre, la noble profesión de Maestro.
La
apacible ciudad de Yoro contó con uno de los grandes forjadores de la juventud,
el Maestro Cáceres que ejerció el cargo de la Escuela de Varones durante el año
de 1908 a 1910, dejando una estela inmarcesible de recuerdos que han perdurado
a través de muchas generaciones. La carrera profesional en Cáceres fue realizada
peldaño por peldaño; primero Maestro rural y luego Director de escuela urbana. Así
vemos que en 1909 y 1913 se ausenta de Yoro, para desempeñar la Dirección de la
Escuela de varones de Amapala. Su fama de excelente maestro había ya trascendido
de la escuela primaria a un nivel superior. En 1914, en la administración del Presidente
de la Republica Dr. Francisco Bertrand, fue nombrado Director de la escuela
Normal de Occidente, fundada en la ciudad de La Esperanza, ejerciendo también
las funciones de catedrático del mismo establecimiento en las asignaturas de Castellano,
Pedagogía, Instrucción Cívica y Geometría. Atendió este cargo de Director de la
referida Escuela Normal hasta el año de 1916. Ya en el año anterior, había
desempeñado el puesto de Inspector de las Escuelas Primarias de la misma ciudad
sin devengar sueldo.
En 1917, se trasladó a la ciudad de San Pedro
Sula. Aquí sirvió como Director
de
la Escuela de Varones N. 2 en el mismo año y al fusionarse las dos escuelas N.1
y N. 2, en una sola se le confió la Dirección en 1918. En este mismo año
ejerció funciones de Director de la Escuela Nocturna.
Se
separó de su puesto de Director de los establecimientos mencionados por haber
aceptado el nombramiento de Inspector de Instrucción Primaria de los
Departamentos de Atlántida, Colon e Islas de la Bahía, 1919.
Por
razones políticas, el Profesor Cáceres, salió del país permaneciendo de 1920 a
1924 en El Salvador, Guatemala y México. En estos países desempeñó varios
cargos educativos como Director de la Escuela de Varones Padres Aguilares, de San Salvador. Miembro del jurado que practicó exámenes de
Pedagogía. Higiene Escolar, Moral e Instrucción Cívica en la Escuela de Complementación,
en la misma ciudad y delgado Examinador
de las escuelas de nueve poblaciones del departamento de Santa Ana.
Formo
parte de la Misión de Maestros Hondureños integrada además por los distinguidos
profesores Miguel Morazán y Juan J. Castro . Esta Misión fue enviada a
iniciativa del Dr. Salvador Corleto ante el señor Secretario de Educación Pública
de Guatemala Dr. José Guillermo Salazar
en la administración presidencial de don Carlos Herrera. Los tres profesores
hondureños firmaron un contrato con el señor Secretario ya citado para trabajar
en el ramo de Instrucción Publica en los lugares y empleos que se les señalara.
Efectivamente
el Profesor Vicente Cáceres desempeño la
Inspección Técnica de las Escuelas Nacionales de la ciudad de Guatemala.
Pero
a causa del cambio político surgido, el Profesor Cáceres rescindió su contrato
y se marchó a México.
Era
Presidente Constitucional de la nación azteca, el general Álvaro Obregón y
fungía como Secretario de Educación, el ilustre educador continental Lic. José
Vasconcelos, gran Maestro, filósofo y
autor de libros notables. El Profesor Cáceres, como un autentico valor de la
profesión de Magisterio, desempeñó varios cargos en el ramo educativo de aquel
país como el Ayudante de la Escuela
Primaria, la escuela de igual categoría n. 77, etc. Inscribiéndose a la vez en
la Facultad de Altos Estudios Pedagógicos de la Universidad, dirigida por el
eminente educador Ezequiel H. Chávez.
A
finales de 1922 se trasladó a Guatemala y en 1924 regresó a la patria prestando
de nuevo sus valiosos servicios en el campo de la enseñanza. En 1925 se hizo
cargo del puesto de Director e Inspector General de Enseñanza Primaria hasta el
año 1928. El profesor Cáceres a su paso por este importante puesto, propició
nuevos derroteros a la educación primaria del país. En uno de estos años sirvió
las cátedras de Geografía Comercial y de Historia Antigua y Media del Instituto
Nacional que dirigía el Ingeniero Norberto Guillén. Posteriormente, desempeñó
las cátedras de Idioma Nacional, Aritmética Mercantil, Psicología, Pedagogía y Zoología, en el colegio José Trinidad Reyes de San Pedro Sula.
En
febrero de 1933, el Poder Ejecutivo, mediante Acuerdo, lo nombró Director del
Instituto Nacional y Escuela de Comercio Anexa y en el mismo año por acuerdo
del Ministerio de Educación la Escuela Normal Central de Varones, fue anexada al
Instituto Nacional quedando bajo la propia dirección del profesor Cáceres. Por
decreto del Congreso Nacional, aquellas
instituciones educativas se transformaron en el Instituto Normal de Varones
siempre bajo la dirección del Profesor Cáceres.
Como
un auténtico maestro, imprimió a la enseñanza el dinamismo que fue peculiar de
él. Y por eso se dedicó a servir cátedras para dar ejemplo, como Moral y
Urbanidad, Castellano, Historia de la Educación, durante cuatro años.
El
hecho de que dos establecimientos de enseñanza
profesional como lo eran la Escuela Normal y la de aplicación al
comercio estuvieran subordinadas a una de segunda enseñanza o preparatoria como
lo era el Instituto Nacional hizo pensar al profesor Cáceres en que debía
cambiarse los papeles como en efecto se hizo. La Normal va ahora en primer término
y dentro de la denominación del Instituto Normal deben caer todos los centros
de estudio Normal, de Bachillerato, Comercio, Secretariado, Industriales, etc.
En
su condición de Director del Instituto Normal Central de Varones el Profesor Cáceres,
supo poner muy en alto el prestigio de este establecimiento. Procuró siempre
que el personal docente fuese de lo más idóneo y de moralidad reconocida y que
la labor se desarrollara con toda regularidad lo que consiguió por el ejemplo
que él mismo diera en toda ocasión.
Introdujo
innovaciones provechosas en el servicio y hasta donde el medio y las circunstancias
lo permitieron logró sus objetivos, porque tenía el raro don de la
perseverancia.
Dejo
organizada con los alumnos de los cursos superiores la agrupación que ideó para
el mejoramiento de la expresión hablada y escrita a la que dio el nombre de
Sociedad Pro Elocución, la que sigue dando muy buenos resultados.
Formó
en el seno del Colegio, clubes de deportes y la Cruz Roja así como la Liga de
Honor a la que pertenecieron los alumnos que por su buena conducta se hicieron acreedores a tal distinción. La Liga como se
comprenderá, fue establecida para estimular el buen comportamiento de los
alumnos y la práctica por los mismos de acciones generosas, enmarcadas siempre
en los mas altos principios de dignidad humana.
En
los desfiles de las fiestas cívicas el Instituto Normal de Varones se hizo
notar en primera línea por lo imponente de sus maniobras, por la perfecta
uniformidad en sus movimientos y por el buen comportamiento en general. Y todo
esto no fue más que el resultado de una buena dirección.
La
revista “Cultura” fue fundada por el profesor Cáceres. En esta publicación
mensual como órgano del Instituto Normal Central de Varones, se dio preferencia
a los contenidos científicos y pedagógicos que sirvieron de orientación al
personal docente al dar cabida a valiosos trabajos de la distinción de
asignaturas. También tuvo preferencia la información de cuantas actividades
educativas realizaban los profesores y alumnos.
De
mucha prestancia no solo profesional sino política y social el Profesor Vicente
Cáceres, se destacó en la vida pública haciendo resaltar su indiscutible
capacidad como maestro, parlamentario, orador, escritor. En el Congreso Nacional
tuvo lucida actuación defendiendo las causas justas, sus argumentos, fueron demoledores
y convincentes. Le tocó actuar como representantes del pueblo en un tiempo
cuando aun llegaban hombres a la Cámara Legislativa, con encendido verbo y
cuando los problemas nacionales se discutían con amplitud democrática para lo
cual forzosamente, el Diputado debía tener dominio en los medios persuasivos
parlamentarios.
El
Diputado Cáceres llenaba a cabalidad el orgullo de pertenecer a las falanges
del Magisterio nacional, como otros tantos Maestros que ocuparon curules para
enaltecerlas.
Aunque
no escribió ningún libro, sus enseñanzas estuvieron nutridas de las ideas de
los principios más avanzados en materia pedagógica. Sus discursos frente a la
juventud que se plasmaba en sus manos, fueron las mas ardientes exhortaciones
clamando por la superación de las generaciones como baluartes de la grandeza de
la patria.
Muchas
veces fue objeto de censura despiadada por la firmeza de su convicción que no admitía
ninguna vacilación.
A veces daba la impresión de inclinarse al rígido
militarismo por sus procedimientos que en todo tiempo siempre estuvieron como
meta, la formación perpendicular y completa de los jóvenes. Hoy se reconocen
sus
grandes
meritos de organización y conductor de la juventud
En
su alocución de apertura de clases el 1 de Junio de 1944 decía: pocas palabras
os diré en el sentido de que a cada momento, a cada instante, sepáis conduciros
en vuestros actos como caballeros. Un caballero es un ser inteligente, moral y
de carácter que sirve de modelo a la
colectividad de que forma parte. No pierdan ocasión, en que no sirva de ejemplo
para la ejecución de acciones nobles y recomendables sed caballeros por siempre.
Contrajo
matrimonio con la dama Anita Tinoco en la ciudad de Yoro, procreando tres
hijos: Ela, Selmira y Francisco. De su segundo matrimonio con la Profa. Lidia
Galindo, tuvo un hijo, César. Fue amoroso padre y esposo ejemplar, un ciudadano
íntegro, un amigo sincero y franco. Sus convicciones tanto en su profesión como
en política, fueron rectas y firmes tal
como son los hombres de alto nivel espiritual.
El
fallecimiento del profesor Cáceres- 25 de octubre de 1944, en Ocotepeque, en un
accidente de avión- consternó profundamente a sus amigos, compañeros y a sus
alumnos, no solamente en la capital si
no en todo el país. La Patria perdió a uno de sus mejores hijos.
El
Magisterio lo recuerda con respeto y admiración. Por eso en la encuesta patrocinada por la Dirección
General de Educación Media, ocupó el primer lugar, mereciendo, en tal virtud,
la distinción de que sea su nombre, el de la promoción de 1969.